Tras dejar mi empleo, y lanzarme a este camino del auto emprendimiento, hay una apreciación clara, y es que tú eres el único responsable de tu progreso.
Eres quien debe gestionar tu tiempo y tus prioridades.
No aturullarte, divagar, y mucho menos paralizarte.
Para ordenar mí día a día, gestionar prioridades y realizar mis tareas, he contado con la ayuda de mí ahora amiga La Señorita Rottenmeier.
Como alguno de vosotros recordaréis, la Señorita Rottenmeier, es un personaje de ficción, que aparece en la novela infantil, que luego fue llevada a la televisión, con el título de Heidi. Esta mujer, trabaja como institutriz en la mansión de la familia Sesseman de la ciudad alemana de Frankfurt en la segunda mitad del siglo XIX. Allí se ocupa de la formación y el bienestar de Klara Sesemann, la hija del dueño de la casa, una niña de doce años, que vive postrada en una silla de ruedas. La imagen que se proyectaba era la de ser un personaje asociado a la exigencia, la rectitud, la rigidez, siempre de mal humor, y con la crítica constaste.
La Señorita Rottenmeier es como llamo a mi voz interior. Hace unos cuantos años aparecía con mayor frecuencia, y siempre era para echar por tierra mis proyectos e ilusiones. Aparecía de manera brusca, de golpe. Era como si su personalidad me invadiera. No me permitía nada, todo eran reproches. Hacía que me volviera dura, áspera, de mal humor, sin disfrutar de nada y criticándome continuamente. Todo a mí alrededor se volvía de color negro. En su presencia se respiraba un ambiente rancio, incluso pesado. Me sentía fatal, por cómo me afectaba física y emocionalmente, y cómo mi comportamiento y lenguaje de ese momento, impactaba negativamente a los que me rodeaban.
En estos momentos, estoy más segura de mi misma, y veo todo lo que me rodea desde otra perspectiva. Mi visión de ella es más limpia, más blanca, más poderosa y muchísimo más positiva. Cuando la recibo con amabilidad, ella me muestra su lado más cariñoso y protector. Me hace crecer, ser entusiasta, pero también disciplinada, y orientarme hacia el orden y la excelencia.
Ahora cuando se presenta a verme, la invito a “sentarse” a mi lado: “Sta. Rottermeier, Bienvenida!” ¿Qué quieres decirme? ¿Qué mensaje tienes hoy para mí?
La escucho desde la calma y la dejo que me hable. Quiere recordarme que debo vencer la pereza, que no sea complaciente, que intente superarme, que le dedique esfuerzo y tiempo, a aquello que he elegido como profesión. Cuando he recibido su mensaje y ha acabado, la agradezco que haya venido esos minutos a verme, y después, la invito a marcharse. (Porque antes se quedada días y días). Y prosigo con mi tarea.
Aprendamos a mirar con Compasión y con Amor a esas partes “oscuras” de nosotros mismos. Son también parte de nosotros. No las ignoremos ni las critiquemos.
Vienen a vernos con un propósito.
Acéptanoslas. Escuchémoslas. Abracémoslas.
Y, a ti… ¿quién viene a visitarte de vez en cuando?
¿Lo identificas? Ponle un nombre.
¿En qué ocasiones llega?
Estate atento y obsérvalo. ¿Qué mensaje trae para ti? Escúchalo.
¿Cómo lo recibirás la próxima vez que llame a tu puerta?
Inhalo sorpresa, exhalo siempre gratitud.
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