Salir a conocer nuevos destinos siempre es algo fascinante. El reto de esta escapada del puente del Pilar, era algo más allá de conocer nuevos pueblitos, probar nuevas comidas, conectar con la naturaleza y dejar la cuidad.

Para el viernes 13 de octubre (número mágico para mí, no podía ser casualidad) organicé una actividad con caballos en los bosques Navarros de la mano http://www.caballosdelbosque.com, liderado por un matrimonio apasionado por las personas y por los caballos. Debo confesar que me apetecía muchísimo.

La mañana del viernes, de camino al bosque donde iba a comenzar la actividad, iba pensando en cómo debía ser y estar para no perderme nada, y exprimir todo lo que el día podía ofrecerme.

Llegué a la conclusión de que debía SENTIR con mayúsculas. En el amplio sentido de la palabra y con todos los matices. Orientarme sólo a sentir y experimentar. Nada más. Sentir y dejarme llevar por lo que aconteciera. Mi misión era pura aceptación de lo que llegara. Recibirlo con agrado, con total confianza en los profesionales, y sin quejarme de nada! Y, para eso, debía dejar de pensar, ni generar expectativas, ni ideas futuras que ya empezaban a amontonarse en mi cabeza: ¿queda mucho? ¿Lo encontraremos fácil? ¿En qué consistiría la actividad?;¿me mancharé mucho?, ¿Dara tiempo a acabarlo todo?; ¿Dónde comeremos?; ¿Hará bueno?

Bueno ahí está el reto, ¿Lo conseguirá?

Nada más llegar me recibieron unas cabras (primera idea que llegó a mi mente: “¿cabras, pero esto no iba de caballos?”) y unos perros muy alegres que querían subirse al coche. (“¿Pero dónde van?, que me lo ensucian!” segundo pensamiento. Sorpresa! Ya van dos pensamientos de no aceptación, Vanessa. )

Al poco José y Yolanda, salen a mi encuentro. Muy cariñosos me saludan. Pero nada más llegar, se produce un contratiempo (ajeno a mí y a los dueños) y, que avecina que el día no sea tan genial como lo hubiera imaginado y que me tensa un poco. (Tercera idea que llega a mi mente: “puff, empezamos bien, ¿ahora qué? ¿Y si esto va para largo, que hago?…. ¿Qué qué haces, Vanessa? pues seguir tu plan. Ahora toca dejar ya de ocupar la mente con pensamientos improductivos y destructivos que no van a ningún lado; y empezar a sentir, a dejarme llevar, a no controlar, a fluir, a experimentar y aceptar lo que sucede. Ese era el objetivo ¿no? Las cosas suceden. Y lo que sucede, conviene. Y ya está. Debo afrontarlas como llegan, darlas la importancia justa, y sobre todo no quedarme quieta. Muévete, anda, arranca, camina! Venga que hay que empezar con la actividad programada del día.)

Así que dirigí mi mirada y mis pasos hacia el lado opuesto. Con predisposición y de manera calmada y natural nos fuimos acercando a los caballos mientras daba comienzo la actividad. La situación problemática fue poco a poco minimizándose. Yolanda y José nos pidieron que dijéramos las diferencias entre los humanos y los caballos. Algo de inicio trivial, pero que escondía grandes reflexiones. Fue ameno y aprendí cosas nuevas a cerca de estos animales tan elegantes y sensibles.

Al lento ritmo que impone el campo y la naturaleza, continuamos con otra de las actividades: coger las riendas del caballo y comenzar a subir por el prado.( ¿!Pero cómo?!,¿Por dónde le agarro? ¿Si tiro de la cuerda y le hago daño?; No anda. El caballo no anda nada. ¡Que no quiere venir!, ¡Es que no se mueve!; decía yo mientras sujetaba las riendas.) Por más que le tiraba flojito no venía. Por más que se lo decía y casi se lo suplicaba, el caballo no se movía.

Hasta que me preguntaron ¿Cómo y de qué manera se los estás diciendo Vanessa?

Ups, dije. Pregunta que me lanzo a reflexionar de inmediato; ¿Qué mensaje estoy lanzando con mi leguaje no verbal, con el verbal, con el inconsciente?. Si estoy parada delante de él, mirándole, incrédula y pesimista. Así no. Normal que el caballo no se mueva. Vanessa, venga! Pues no te queda más que girarte, mirar al frente y empezar a andar con determinación y con confianza. Dar un primer paso.

 Y, así lo hice. Y así fue. Jaca (nombre de mi caballo) empezó a andar a mi lado. Ritmo pausado, pero enérgico. A mi lado pero un pelín por detrás mío. Tan mágico y sencillo como eso. Dar un primer paso.

Pero ¡Cómo no había caído si hace un momento las circunstancias me volvían a paralizar por no moverme! ¿Qué obvio no? Si, como muchas cosas que nos pasan a menudo. ¡Qué pronto olvidamos!

Jaca y yo caminábamos por el sendero. Hasta aquí muy bien, iba concentrada y de nuevo con mis objetivos iníciales en mente (sentir y no emitir juicios). Parecía que reinaba un silencio absoluto porque no había ruidos conocidos como coches, voces, televisión, alarmas, claxon, etc. pero a poco que agudicé el oído y puede oír nuevos sonidos; los pasos del caballo, mis pasos, los pasos de los que venían detrás, el crujir de las ramas cuando paseábamos, las carreras de los perros que nos acompañaban, el ruido del tractor lejano. También experimenté nuevas sensaciones como el sol en mi cara, el olor a caballo, el tacto de su pelo, el color caoba reluciente de las castañas, sentir los labios del caballo mientras comía las castañas de mi mano, su ruido al masticar, el verde profundo del prado, el azul celeste  del cielo, el olor a tierra mojada, el color de las hojas que estaban en el suelo, el color del verde del prado, el sabor de la manzana verde, el tacto de la cuerda que sujetaba, en fin, muchísimas cosas. Estaba inmersa en un nuevo universo de sensaciones. Estaba feliz. Conectada con la naturaleza en estado puro.

De repente, nos hicieron parar, y nos dijeron que ahora era el momento de montar a caballo sin montura, a pelo. (Eh? Cómo? Uy! Imposible! ¿Cómo? No, no puedo! …Otra vez Vanessa… ¿A qué has venido? ¿Qué son esos pensamientos? Has venido a por todas y a cumplir mi propósito para hoy, me respondí al instante; _ Muy bien, Yolanda. Dime cómo lo hago..)

Tras una pequeña explicación, un empujoncito y un pequeño salto, ya estaba arriba. Viendo la vida a vista de caballo. Desde arriba tengo una nueva perspectiva de mi misma, del caballo, del camino que habíamos recorrido, del monte… Estaba andando la elegancia que tienen los caballos, impregnada de su paso calmado y del ritmo de su vaivén.. ¡ precioso! Estaba dejándome llevar, confiando plenamente en mi caballo. Cerré los ojos, respiré, le abracé, sentí su palpitar y sentí mi corazón.

Al final lo conseguí. Misión cumplida. Debo reconocer que al final dejé mis prisas e inmediatez urbanita, para volver al estado natural del hombre y permitirme contagiar de la energía que envuelve al campo .Pararme a pensar en qué daría yo al día (aceptación, confianza, apertura, sentir y permitirme) fue una reflexión acertada, porque me devolvió más de lo que esperaba. Disfruté de ese día a tope. Gocé. Me sentí alegre, tranquila, en paz… Exprimí y VIVI al máximo cada minuto.

Aprendí de cada lección que me proporcionaba Jaca y las circunstancias que aparecían. Saboreé cada nueva sensación, observé cada nuevo color o tonalidad que aparecía en el paisaje y escuché con atención lo que se oía a mí alrededor. Vencí barreras mentales y supere obstáculos. Respiré largo y profundo ese aire limpio. Observé con atención a las personas y a los animales que allí estaban. Acepté el terrero abrupto y montañoso. Acogí con agradado la solidaridad de José y Yolanda. Di gracias a la naturaleza por su generosidad por todo lo que nos ofrece.

Fue pura magia.

Gracias Vanessa por permitírtelo.

 


¿Y tú hace cuanto tiempo que no SIENTES con los cinco sentidos?

 

“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido”(Henry David Thoreau, 1854)

 

Inhalo sorpresa exhalo siempre gratitud

 

PD: Post dedicado a mi abuelo Julián.