A veces (pero sólo a veces) pienso si todo el esfuerzo que día a día realizo en perseguir mi sueño, valdrá para algo. Todo el tiempo restado a mis hijos y a mi familia, mi poco tiempo de ocio, el diseño y preparación de talleres, mi trabajo diario, las lecturas amontonadas, la asistencia a cursos y seminarios … uf!
Ese ansia por conseguir mi gran objetivo, hace que quiero que las cosas salgan o sucedan ya, no quisiera esperar más! Quiero que ese esfuerzo tenga una rápida recompensa.
En realidad, estos pensamientos me duran poco, porque realmente tengo tan claro cuál es mi misión y propósito en la vida, y confío en que conseguiré lo que me propongo, y, que la espera es el camino hasta llegar a mi meta. Por lo que, este proceso me está enseñando a valorar el propio proceso y a que me que debo ser paciente. Debo aprender a esperar y confiar. Y, en eso estoy! Aunque a veces me asalten las dudas.
Ante esto, me acuerdo de un cuento que leí hace tiempo que habla sobre la paciencia y la persistencia; lo comparto con vosotros;
EL CUENTO DEL BAMBU
“Hace mucho tiempo, dos agricultores iban caminando por un mercado cuando se pararon ante el puesto de un vendedor de semillas, sorprendidos por unas semillas que nunca habían visto.
“Mercader, ¿qué semillas son estas?”, le preguntó uno de ellos.
“Son semillas de bambú. Vienen de Oriente y son unas semillas muy especiales”.
“¿Y por qué habrían sido de ser tan especiales?”, le espetó uno de los agricultores al mercader.
“Si os las lleváis y las plantáis, sabréis por qué. Sólo necesitan agua y abono”.
Así, los agricultores, movidos por la curiosidad, compraron varias semillas de esa extraña planta llamada bambú.
Tras la vuelta a sus tierras, los agricultores plantaron esas semillas y empezaron a regarlas y a abonarlas, tal y como les había dicho el mercader.
Pasado un tiempo, las plantas no germinaban mientras que el resto de los cultivos seguían creciendo y dando frutos.
Uno de los agricultores le dijo al otro: “Aquél viejo mercader nos engañó con las semillas. De estas semillas jamás saldrá nada”. Y decidió dejar de regar y abonarlas.
El otro decidió seguir cultivando las semillas con lo que no pasaba un día sin regarlas ni abonarlas cuando era necesario.
Seguía pasando el tiempo y las semillas no germinaban.
Hasta que un buen día, cuando el agricultor estaba a punto de dejar de cultivarlas, se sorprendió al encontrarse con que el bambú había crecido. Y no sólo eso, sino que las plantas alcanzaron una altura de 30 metros en tan solo 6 semanas.
¿Como era posible que el bambú hubiese tardado 7 años en germinar y en sólo seis semanas hubiese alcanzado tal tamaño?
Muy sencillo: durante esos 7 años de aparente inactividad, el bambú estaba generando un complejo sistemas de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después la planta.
Después de leerlo, ¿hay alguna lectura/moraleja del cuento que signifique algo para ti?
¿Qué aprendizaje obtienes de este cuento?
¿Sabías de la peculiaridad de esta planta?
DOS REFLEXIONES;
- Un lema nuevo a incorporar en mí día a día: INISITIR E INISTIR Y NUNCA DESISTIR.
- Me he comprado un pequeño bambú para tener presente esta planta tan especial, que me indica de manera visible que siga adelante, que siga avanzando, que no abandone, que continúe, y que nunca me rinda!
Inhalo sorpresa, exhalo siempre gratitud.
Vanesa Sánchez
Coach personal y ejecutivo
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